Encontré este concepto japonés en “Ikigai Esencial” (Ken Mogi, 2018), que se describiría como un compromiso personal con el perfeccionamiento de una actitud, acción, habilidad o destreza. Un compromiso no impuesto desde fuera, que brota desde lo más íntimo de cada persona, desde su identidad. Actuar con kodawari implica así el cuidado paciente, honrado, creativo y humilde de los detalles; es el amor y compromiso personal a lo bien hecho, por sencillo y modesto que sea.
Podría tratarse (como ejemplifica Mogi en el libro) de dedicar cada día a hacer el mejor ramen, intentando una y otra vez hacerlo mejor, perfeccionando la receta; o cultivar los bonsais más bonitos, arte que requiere aprendizaje constante, prestar atención a los detalles y espera.
«Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito».
Aristóteles.
Me ha parecido un concepto contracultural en este mundo que está enfocado en la productividad y el éxito, y en su lugar propone poner la atención en la fecundidad y felicidad a través del cultivo modesto y perseverante de un talento o destreza. En lugar de hacer mucho se enfoca en hacer mejor, aspirando al perfeccionamiento del ser (que no es lo mismo que el defecto del «perfeccionismo»). El logro no se mide en función del reconocimiento -profesional, económico, etc.- sino en la satisfacción personal por el progreso personal, el perfeccionamiento, en la mejora continua, el aprendizaje constante, en el florecimiento; el reconocimiento es una consecuencia posible y lógica, quizás deseable, pero no un fin. Tampoco se trata de la búsqueda compulsiva y ansiosa del perfeccionismo neurótico. Apunta que nuestra identidad, la razón de vivir y felicidad está en desarrollar este talento hasta nuestra mejor versión. Actuar con kodawari aporta propósito a nuestras vidas.
Por cierto, “Ikigai” es este concepto japonés que he visto en las redes sociales usualmente en este gráfico de 4 círculos que se intersecan para generar una vida con propósito. Cada círculo representa un aspecto que hay que equilibrar: lo que soy bueno, lo que me gusta, lo que genera ingresos y lo que necesita el mundo. Se trata de este tipo de palabras que no existen en nuestro idioma y me parece interesante porque el lenguaje expresa una cultura y si no tenemos el término es porque esta actitud no está presente en nuestro ambiente social predominante. Por ello es importante conocer otras culturas, éstas con sus palabras y costumbres tienen otra perspectiva del mundo y de la vida que puede enriquecer nuestras miradas.
Nuestro modelo educativo prioriza la atención de las debilidades -si sacas mala nota en matemáticas, el esfuerzo del sistema y los padres se enfoca en nivelarte en esa materia-, en lugar de identificar las fortalezas para potenciarlas, porque ahí está tu rasgo diferenciador. No hay que malinterpretar esta idea, no se trata de despreocuparte de las matemáticas (o cualquier asignatura), sino que más impacto tendrá en nuestra vida desarrollar nuestros talentos que equiparar nuestras debilidades.
Preguntas para reflexionar:
- ¿En dónde inviertes más tus recursos (tiempo, energía y atención), en desarrollar tus talentos o en compensar tus debilidades?
- ¿El cuidado de tu reputación te impide enfocarte en vivir con propósito?
- ¿Conoces otros ejemplos de «Kodawari»?
¿Te ha gustado mi post? Regálame una calificación: