Mi bandeja para cultivar

nuestro guayacán

Una de mis palabras favoritas es «cultivar». Le tengo un cariño especial, me inspira esperanza, crecimiento, vida. Además, tiene la misma raíz de la palabra educar, que es una identidad constante en mi vida.

Cultivar es un llamado también al respeto de los procesos. Una planta no surge de un día para el otro: hay que sembrar la semilla, abonar la tierra, alimentarla con agua, limpiar la maleza, cuidar de los agentes que pueden enfermarla… sólo tras un proceso largo (a veces muy largo), la planta florece, da frutos…

Sembrar, abonar, alimentar, limpiar, cuidar para dar frutos… es un proyecto de vida! En el mundo agitado, abrumado de información, donde el tiempo siempre falta, cultivar debería ser una tarea de todos para mantenernos atados a nuestras raíces. Para recordarnos que hemos nacido para florecer y dar frutos.

Los bonsais siempre me han parecido un excelente símbolo de esta actitud de cultivar, de hecho, me parece un sacramento, un signo visible de una rica vida interior.

Sin necesidad de comprender la historia, sabes que un bonsai es un ícono de algo místico. No son un objeto de estética aunque se ven bonitos, son un símbolo de vida interior. Luego te enteras que Bonsai significa «bandeja de cultivar» y conoces que el arte lo desarrollaron monjes taoísas, en el riquísimo mundo espiritual oriental.

Visitar mi bonsai es uno de los mejores momentos del día:

• Alimentarlo día a día me recuerda que debo alimentar mis sueños constantemente.
• Ponerlo al sol es descubrir que yo también necesito ser puesto al SOL para tener vida plena.
• Podarlo es una invitación a reconocer que hay cosas que sobran en mí.
• Cuidarlo es tomar conciencia que hay elementos en el mundo que pueden obstaculizar mi crecimiento.

Cultivar es mi oración diaria, hoy es mi mejor manera de alabar la Vida.