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Descalza… en tierra sagrada

«Entonces Dios dijo: No te acerques; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra sagrada…»

(Éxodo 3, 5)

Debo reconocer, tengo una obsesión con esta cita (con el capítulo entero en realidad)… y con los pies descalzos… reconocer la presencia profunda pero velada, adivinar la divinidad escondida en la humanidad más honesta.

No quiero hacer apología de la pobreza, es mala, hay que luchar contra ella con todas nuestras fuerzas… sobre todo aquella que roba la dignidad humana. Pero sí quiero reconocer que ahí donde menos dignidad parece existir, Dios se hace presente, y en la fragilidad más auténtica, revela la verdadera dignidad humana. No la de teorías y filosofías, sino la de verdad. Esa es mi experiencia.

Y ahí, donde la mayoría desvía la mirada, ignorando o despreciando, hay que acercarse con reverencia. Hay que quitarse las sandalias (las del corazón), las que nos «blindan» contra el suelo, para protegernos de lo que nos puede herir o incomodar, pero que también adormece nuestra sensibilidad, atrofia nuestra capacidad de reconocer las texturas, bloquea la posibilidad de percibir las presencias. Suponemos las sensaciones, las texturas y las presencias… y así, seres humanos, olvidamos nuestra humanidad. Olvidamos las personas. Olvidamos que las personas son sagradas…

Quítate las sandalias…

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